Retórica y discurso protocolario (y II)
En numerosas ocasiones me he referido a la elaboración del discurso protocolario que viene a fundamentarse en la configuración de los diferentes elementos de la escena, en su distribución especial y espacial, en la coherencia con lo verbalmente explicitado y en la necesidad -en muchos casos exigencia- de decir por la imagen lo que con palabras resultaría inoportuno, políticamente incorrecto o difícil de explicar. De esto último saben mucho los comunicadores políticos y empiezan a implementarlo los que gestionan la comunicación empresarial.
Es cierto. Los grandes discursos, además de grandes interpretaciones, necesitan de una elaborada, meditada y cuidada puesta en escena. No me refiero a la arquitectura de interiores o a la decoración sino a la táctica protocolaria que hace saltar la chispa en el observador y viene a despertar interés por el discurso verbal, complementa su contenido y lo impulsa para hacerlo persuasivo. No vale cualquier espacio, no vale cualquier elemento y no vale cualquier distribución. La mayoría de los que me seguís, sabéis de la importancia del «arriba, abajo, a la derecha o a la izquierda» y su valor connotado en el que el sujeto observador deja de ser pasivo para interpretar lo que ve.
Por otro lado, a algún profano le parecería que solo lo milimétricamente perfecto tiene cabida en la elaboración del discurso protocolario. Sin embargo, existen numerosas pruebas de lo contrario. Lo visualmente asimétrico, lo aparentemente improvisado, los esquemas que rompen con lo tradicional tienen en nuestros días una amplia aceptación y cada vez gozan de más predicamento. El problema está en que esta nueva forma de hacer discursos protocolarios también pasará de moda -no tardando mucho- y serán otros los modelos a seguir. En estos momentos en los que es difícil asimilar tanto cambio, por la velocidad a la que se producen, estamos obligados a adaptarnos asumiendo las nuevas tendencias y los modos diferentes y eficaces de hacer protocolo.
Al contrario de lo que muchos afirman, el fondo del protocolo no ha cambiado. Sí creo que hay una nueva forma de concebir y explicitar el discurso protocolario. Son formas renovadas que tienen siempre los mismos cimientos. Por si te queda alguna duda, echa un vistazo al cuadro de Velázquez «La rendición de Breda» en la que había mucho, pero que mucho protocolo.
Dejémonos de tonterías. El protocolo, en su fondo, ha servido, sirve y servirá para comunicar, persuadir, destacar, menospreciar, jerarquizar, honrar, premiar, ensalzar, empequeñecer, acercar o alejar, glorificar, enaltecer, autorizar, formalizar, solemnizar, triunfar o prevalecer, entre otras muchas acciones. Lo que ocurre es que algunos no se enteran aunque en su vidas siempre esté presente el discurso protocolario.
¿Tú qué crees?
© Juan de Dios Orozco López
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3 comentarios
En efecto el protocolo es importante.
En los momentos actuales algunos se olvidan de la importancia de:
Una buena presencia, adecuada al acto al que se acude
Un buen discurso, sin abusar de la crispación
Una buena actitud, sin postureo
Vamos, lo que en mi casa se conocía como «Tener Educación»
……y eso no se aprende en los libros
Casi todo se puede aprender Alejandro. Sin embargo, hace falta voluntad. La misma voluntad que algunos no quieren poner en práctica.
Gracias por tu comentario.
Un atento saludo.
JDD Orozco.